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lunes, 19 de diciembre de 2011

límites

La Real Academia Española (RAE) los define así:

límite.
(Del lat. limes, -ĭtis).
1. m. Línea real o imaginaria que separa dos terrenos, dos países, dos territorios.
2. m. Fin, término. U. en aposición en casos como dimensiones límite, situación límite.
3. m. Extremo a que llega un determinado tiempo. El límite de este plazo es inamovible.
4. m. Extremo que pueden alcanzar lo físico y lo anímico. Llegó al límite de sus fuerzas.

Ahora bien, yo estos días me estuve preguntando hasta dónde llegan los límites del cuerpo. Estuve dos semanas enferma y este interrogante, que me persigue hace tiempo, volvió a mi cabeza. La búsqueda de la armonía entre cuerpo, mente y emociones es uno de mis ejes, pero en este tiempo, lo perdí de vista completamente. Es que mi estómago se apoderó de mi mente y mis emociones, y no podía hacer otra cosa más que sentirme mal. Y pensar en que me sentía mal. Y sentir que me sentía mal. 

No hubo ejercicio de respiración que valiera. Mis entrañas se habían adueñado de toda mi vida. Dirigían mi sueño, las consecuentes pesadillas, mi humor, mis fuerzas. Había perdido el control sobre mí misma. Era desesperante. Entonces volvió la eterna pregunta: ¿dónde termina mi cuerpo y empieza el mundo?. Porque en esos días mi mundo era el sistema digestivo y nada más. Nadie más. No existía la crisis mundial, ni el panadero de la esquina, no existían las noticias, ni mi mamá (salvo cuando me acercaba un té). 

A veces mi cuerpo se fundía con el colchón y otras, el límite entre uno y otro era tan tangible que dolía.  ¿Dónde termina mi cuerpo y empiezan los otros? ¿Dónde empiezan los pensamientos y terminan los cuerpos? ¿Dónde esta la línea real o imaginaria que separa la materia?


Creo que el de los límites también es un problema de control. Pero esa reflexión la dejo para otro día...

martes, 13 de diciembre de 2011

nativos digitales

Hace poco leí la carta de renuncia a su cátedra de un profesor bogotano. Su alegato se centraba en que los jóvenes hoy no leen, sólo mantienen la concentración en 140 caracteres y el único llamado que les interesa es el bip del Blackberry messenger.

Tengo un profesor que comparte esta opinión.

Sin embargo, como estudiante y como docente, creo que no es así. O al menos, no lo es en todos los casos. Conozco a muchos (muchos) veinteañeros que leen, sueñan, piensan, se arriesgan, preguntan. También conzco a muchos profesores que ante la aparente apatía de "la juventud" se resignaron a despotricar detrás de sus escritorios y resguardarse bajo el lema de que ya nadie tiene deseos de aprender.

Creo que es una posición muy cómoda decir que la tecnología alieniza a los jóvenes. En parte, es real; pero no está también en los maestros buscar la forma de, aunque sea por un rato, traerlos nuevamente a la vida real. Ya sea incorporando las TICs o proponiendo nuevas formas de ver el mundo. Qué mejor desafío para los maestros que este momento hipertecnologizado. ¿No es más gratificante buscar nuevos planes de acción que meramente quejarse?

miércoles, 17 de agosto de 2011

Placer

Una canción, casi un poema o un poema, casi una canción
Para empezar bien el día...

Guitarra Y Vos
Jorge Drexler


Que viva la ciencia,
Que viva la poesia!
Que viva siento mi lengua
Cuando tu lengua está sobre la lengua mía!
El agua esta en el barro,
El barro en el ladrillo,
El ladrillo está en la pared
Y en la pared tu fotografia.

Es cierto que no hay arte sin emoción,
Y que no hay precisión sin artesania.
Como tampoco hay guitarras sin tecnología.
Tecnología del nylon para las primas,
Tecnología del metal para el clavijero.
La prensa, la gubia y el barniz:
Las herramientas de un carpintero.

El cantautor y su computadora,
El pastor y su afeitadora,
El despertador que ya está anunciando la aurora,
Y en el telescopio se demora la última estrella.
La maquina la hace el hombre...
Y es lo que el hombre hace con ella.

El arado, la rueda, el molino,
La mesa en que apoyo el vaso de vino,
Las curvas de la montaña rusa,
La semicorchea y hasta la semifusa,
El té, los ordenadores y los espejos,
Los lentes para ver de cerca y de lejos,
La cucha del perro, la mantequilla,
La yerba, el mate y la bombilla.

Estás conmigo,
Estamos cantando a la sombra de nuestra parra.
Una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra.
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra.

Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.

Hay cines,
Hay trenes,
Hay cacerolas,
Hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola,
Hay más: hay tráfico,
Créditos,
Cláusulas,
Salas vip,
Hay cápsulas hipnóticas y tomografias computarizadas,
Hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada,
Hay biberones y hay obúses,
Hay tabúes,
Hay besos,
Hay hambre y hay sobrepeso,
Hay curas de sueño y tisanas,
Hay drogas de diseño y perros adictos a las drogas en las aduanas.

Hay manos capaces de fabricar herramientas
Con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
Que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas
Para que las use la mano.

Hay escritas infinitas palabras:
Zen, gol, bang, rap, Dios, fin...

Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.

jueves, 7 de octubre de 2010

Máscaras

Señor, lo suyo es pura pose
Sólo un papel en una obra
y usted no sabe regresar a la realidad

Jamás se baja del escenario
aún cuando las cortinas se han cerrado
y los utileros se han ido hace tiempo

Señor, lo suyo es pura pose.
Muchas veces me ha engañado
y probablemente muchas más vuelva a caer

Pero Señor,
yo ya lo conozco
y ya sé quién es usted

Luis Pescetti » Archivo » Primera carta de Paloma

Luis Pescetti » Archivo » Primera carta de Paloma

Querido Rey de la Cabina:

¿No sabías que te iba a buscar por todas partes, por dónde fuera? ¿Por qué no lo hiciste más fácil? No hubiera ido contigo de todos modos, si no querías, pero, ¿acaso no lo querías? Júralo que no. Pero, entonces, ¿por qué irse de esa manera?

Ahora que sé que esta carta te va a llegar, aunque no te la den mis manos te va a llegar, me pregunto: ¿cómo será tu mundo ahí? Todo lo tuve que adivinar, tu silencio me llenó de palabras que iba encontrando, hebra con hebra.

¿Querías estar solo? ¿Era tanto ruido el amor?

Son demasiadas preguntas, incluso para quien no las puede oír. Ya imagino tu cara (no te preocupes, no tienes que poner otra. Puedo imaginar tu cara, sólo eso).

Mejor te hablo del tiempo, por ejemplo, que no es época de lluvias, y llueve.

Todo se moja sorprendido.

Cómo es la vida, ¿no? Será que uno se acostumbra a que, si todos los días sale el sol, el resto tendría que ser igual de previsible y, quizás, eso sea lo único que podamos esperar con confianza. Lo digo sin tristeza, y sin enojo, hay tanta libertad en esa idea de lo imprevisible (tú, que nunca podrías ir por un camino trazado, bien que me entiendes).

¿No son adorables los caminos mojados? Hoy podría haber regresado con el autobús, más rápido y más seca. Pero vino la lluvia y ¿qué hubiera hecho ahí encima entre las caras cansadas de otros pasajeros?. Me metí por el camino de tierra, de barro, es decir.

Encontré ese pedazo de cielo roto, ese vuelo quebrado, esa avecita muerta,

y yo y la lluvia y ya sabes…

Ya tenía mi cuaderno empapado, de todos modos, lo apoyé en una parte más seca (imposible, llovía, ¿te lo dije más de cien veces hasta que se humedezca la piel de esta carta?). Cavé un pequeño hueco con la mano, tomé el ave (¿se sigue llamando así?, aún cuando las alas… ya sabes). La guardé ahí, la cubrí. Y antes de que se tapara del todo, alcancé a ver cómo se convertía en un pez azul. ¿Guiñó un ojo? Eso no estoy segura, pero me pareció (de todas maneras, ¿me lo creerías?). Lo pondré así: creo (creo) que guiñó un ojo. Tal vez arrojó un beso, o simplemente se movió como cuando uno nace, y se dejó caer hasta el arroyo, que pasa ahí cerca (ya lo conoces).

Puse las palmas hacia arriba para que la lluvia me lavara las manos. Luego tomé el cuaderno, y seguí caminando, mirando hacia atrás, viendo las huellas que dejaba, toda llena de preguntas. Por ejemplo:

¿Desayunas?

¿Has visto caballitos de mar?

¿Y danzar a las algas?

Estoy segura de que tienes un perro, ¿cómo se llama? ¿O cómo te llama él? (es una broma, no te enojes).

¿Te has lastimado usando el hacha?

¿Pasaste frío alguna vez? (quiero decir: ¿hubo algún norte muy fuerte?)

¿Te volvieron más callado las estrellas?

¿Sigues haciendo juguetes?

¿Desde cuándo sabes manejar una grúa?

(ay, una pregunta, ay, que no quisiera escribir

porque haría que te dobles

hasta huir por el túnel

de tus propios bolsillos

pero

(cuatro letras que hacen una puerta mágica)

pero

¿cómo no voy a hacértela?

La tengo desde el día en que descubrí

que faltaban fotos

(¿pensaste que no me daría cuenta?

no sé por qué lo pregunto, sé que lo hiciste a pesar de eso).

Tú que no llevas más que menos de lo necesario

¿por qué cargaste con algo

tan pesado como mis fotos?

¿O no pesaban?

¿Pudiste, por fin (¡ojalá, por favor!) ver que esa línea de tinta

azul como el pez

que serpentea en la hoja

después de obedecer mi mano

no eran rejas?

¿Harías el enorme milagro de usarla como alas?

Nada te atrapa

porque todo lo hace.

¿Me darías, entonces, el enorme regalo de ver la pequeña serpiente azul de esta carta,

esta huella azul de mi pensamiento en la hoja,

como una sola línea que juega para abrazarte y la risa?

Querido amigo

(puedo llamarte así,

ni todos los besos del mundo impedirán

que también te llame de esta manera)

Querido amigo

pretendes que nada te atrape

porque sientes que todo lo hace.

Ay, ¿y si vieras que de verdad nada te atrapa?

¿De qué llenarías tus bolsillos?

(¿¡de qué no los llenarías!? más bien, famoso glotón).

Por suerte tus bolsillos siempre serán más hambrientos

que tu prudencia y cualquiera de los hilos quebradizos

de cualquiera de tus miedos.

No te enojes si me pongo tan cerca,

piensa que fue el día de lluvia, y el camino de barro

y mi cuaderno empapado, y el pez azul de la avecita muerta

y los árboles que se inclinaban como ballenas en la orilla.

(¿Podrías creer que tuve que ayudarlos, uno por uno, a regresar al mar?)

Son los feroces días de lluvia, arrastrados con cuadernos, pisando el barro

los mismos que emborrachan los árboles hasta el descuido,

hasta correr peligro, porque se olvidan si eran de agua o de tierra

y nada más se inclinan, porque eso era todo lo que querían hacer,

y tuve que ayudarlos, uno por uno, porque no se querían levantar.

Llené la casa del barro que traía en los zapatos y empapé el suelo

al quitarme la ropa mojada.

Y tú, allá alto, manejando tu grúa.

Imagino que hoy no podrías ver qué tomas ni dónde lo dejas

en tu cabina más alta que las nubes.

Tu solitario reino de las alturas,

y de todos modos

ayudando a los demás.

Te pido,

por favor,

que la mano infinita de tu amable grúa jirafa

tome mi carta y la alce

(no le va a costar mucho trabajo, en cualquier caso)

y la alce hasta el Rey de la Cabina.

Que no se caiga,

por favor,

ni el pedazo de caña de azúcar

ni la pluma del pez azul

ni el dibujo de los árboles inclinados

ni las algas de la tinta en los renglones

ni el pañuelo

ni el aire.

Paloma

viernes, 25 de junio de 2010

Luis Pescetti » Canción de tomar el té (María Elena Walsh)

http://www.luispescetti.com/archivos/2010/06/21/canciondetomarelte

De la querida María Elena Walsh, esta canción grabada en Canal 11 (México), (Eugenio Elías: Trompeta; Luri: contrabajo). Una canción que a mí me recuerda la época en que iba de escuela en escuela, de jardín en jardín, cantándola, a ésta y a más de otras cien canciones. La energía proviene de la canción y de la evocación de trabajar con niños pequeños, siempre llenos de vitalidad y de presente.
La poesía, habla de lo que habla y, como siempre, más: cuando éramos bien niños y aprendíamos el mundo, ¿recuerdan cómo nos llamaba la atención su funcionamiento inexplicable? Tocabas algo y ocurría algo inesperado. Todo parecía no tener sentido, pero algunos hechos se repetían, y otros cambiaban, y el funcionamiento del mundo te dejaba perplejo.
En la vida adulta esa experiencia se repite: con una pareja nueva, un nuevo trabajo, al emigrar a otro país, con cambios en el cuerpo… queremos aplicar lo que sabemos de otros amores, del país anterior, del cuerpo como lo conocíamos, de otro trabajo… pero los resultados: nos dejan completamente asombrados.
Como invitados a tomar el té, es decir: como quienes llegan a una nueva casa, apenas como invitados de una tarde amable y formal. Así como llegamos al mundo y a todo lo nuevo: apenas como invitados recién llegados.
Luis
Estamos invitados
a tomar el té.
La tetera es de porcelana
pero no se ve.
Yo no sé por qué.

La leche tiene frío
y la abrigaré
le pondré un sobretodo mío
largo hasta los pies
Yo no sé por qué.
Cuidado cuando beban
se les va a caer
la nariz dentro de una taza
y eso no está bien
Yo no sé por qué.
Detrás de una tostada
se escondió la miel.
La manteca, muy enojada,
la retó en inglés.
Yo no sé por qué.
Mañana se lo llevan
preso a un coronel
por pinchar a la mermelada
con un alfiler.
Yo no sé por qué.
Parece que el azúcar
siempre negra fue,
y de un susto se puso blanca
tal como la ven.
Yo no sé por qué.
Un plato timorato
Se casó anteayer.
A su esposa la cafetera
la trata de usted
Yo no sé por qué.
Los pobres coladores
tienen mucha sed
porque el agua se les escapa
cada dos por tres.
Yo no sé por qué.

domingo, 11 de abril de 2010

Pescetti

El genio de Luis publicó este texto recientemente en su blog. Para todos aquellos que escriben (y también para los que no)vale la pena leerlo:

http://www.luispescetti.com/archivos/2010/04/10/el-poder-de-escribir/

Les cuento para los que no saben que Luis es conocido como autor para niños, pero también tiene cosas para adultos. Sus libros apelan al humor constantemente y sus shows también. Si quieren saber más sobre él o sus libros métanse en la página.

Y sí, tengo que admitirlo, ¡¡soy fan!!!

Grande Luis!