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miércoles, 10 de marzo de 2010

revolviendo el cajón encontré esto

Esta semana el mundo se me presentaba hostil. El exterior era un universo desconocido y hostil al que no me daban ni un poco de ganas de asomarme. Estaba muy bien, o muy mal, entre mis sábanas y té caliente. Allá afuera no tenía lugar para mí. Mi lugar estaba acá adentro, de este lado, detrás del vidrio mirando el afuera pasar, pero sin sentir deseos de zambullirme en él.

No me intrigaba qué podía acontecer allá, en el mundo real. En la vida fuera de los libros, la computadora, el escritorio, la cama; en la vida fuera de la biblioteca. Era un mundo hostil. Y cada vez que intentaba siquiera sacar una pequeña parte de mí hacia ese universo el viento me golpeaba en la cara, advirtiéndome: estás mejor adentro.

Manifestaciones, enfrentamientos, hambre, robo, droga, asesinatos, secuestros, dengue, gripe porcina, la peste bubónica. Ese afuera no me la hacía nada fácil. ¿cómo salir? ¿Por qué? ¿Para qué?

Para encontrar a ese amigo, que sabés que en unos años dejará de estar en tu vida, para encontrar a ese hombre o esa mujer que mañana se irá con otro sin siquiera avisarte, para ir a trabajar por una paga miserable, en algo que no te hace feliz y que, de a poco y sin que te des cuenta, te va robando tu vida.

¿Para qué?

Si mañana explota la bomba nuclear, se derriten los polos o simplemente tenemos un ataque cardíaco, ¿para qué?

¿Para qué todo?

Para qué tener un objetivo, estudiar, recibirse, perfeccionarse, trabajar, casarse, tener hijos, elegir el colegio, verlos irse, seguir trabajando hasta los últimos días; para qué tener todo planeado u organizado, o no, dejarse llevar por la vida, que nada nos importe y living la vida loca for ever. ¿Para qué todo? Si todos vamos a terminar igual.

Algunos creen en la vida después de la muerte, otros en la reencarnación, otros en la nada misma. Yo me encuentro en estas últimas debo decirles.

¿Para qué? ¿Para qué todo si todo va a seguir igual que siempre? Esos que murieron por sus ideales, para qué, de qué sirvió, si siguen las guerras, el hambre en el mundo, las enfermedades mortales y los desastres naturales.

¿Para qué todo?

Para andar en bicicleta un fin de semana, tomar sol al lado de la pileta, hacer un asado con amigos y dormir apapachados una noche de lluvia.

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